La costa vasca, Baleares y municipios de las Rías Baixas o Asturias pierden interés por el distintivo y optan por otros
Este año España ha vuelto a batir su récord de banderas azules en playas: 621, seis más que el año pasado. Gobierno, comunidades y hoteleros lo han celebrado como un reconocimiento a la calidad de los arenales españoles, pero cada vez son más quienes discrepan del valor medioambiental que tiene este distintivo.
«Es una figura estéril, un pedazo azul que ondea en la playa, pero estas playas no mejoran nada ambientalmente por tenerla», asegura a RTVE.es Xisco Xavier Roig, doctor en Geografía y coautor de un estudio que analiza cómo han evolucionado la calidad de varios puntos del litoral balear que han recibido el galardón en las últimas décadas.
Sus conclusiones son contundentes: las banderas «no han servido en ningún caso para mejorar, restaurar o revertir la degradación» que sufren estos arenales por su «gestión y frecuentación masiva».
Precisamente las islas han protagonizado varias polémicas sobre las banderas azules, otorgadas desde 1987 por la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), una organización privada sin ánimo de lucro.
Baleares lleva perdiendo banderas desde 2014 -ha pasado de 61 en aquel momento a 30 este año-, debido en gran parte a que muchos municipios, como Ciutadella en Menorca o Sant Josep de Sa Talaia, en Ibiza, han renunciado a pedirlas, mientras que Formentera dejó de hacerlo hace más de dos décadas.
En 2016, el entonces vicepresidente balear Biel Barceló aseguró que ADEAC les había pedido dinero y habían rechazado pagarlo, ya que «los turistas no valoran especialmente que una playa tenga o no el distintivo» y arenales vírgenes como el de Illetes en Formentera no lo tenían.
Desde ADEAC, su presidente José Palacios resalta que el galardón, avalado como «el más exigente» de entre todos los que existen actualmente por la Organización Mundial del Turismo, lo concede un jurado internacional.
Recuerda además que la bandera azul no ha dejado de expandirse en España, el país con más distintivos del mundo.
Baleares no es la única comunidad que ha perdido interés en el galardón. Por primera vez, la costa vasca no tendrá este año bandera azul, ya que ningún municipio la ha pedido y han optado por otros certificados que consideran «más exigentes» ambientalmente, según apuntan fuentes de la Diputación Foral de Bizkaia.
También renunciaron a ella en los últimos años Llanes, en Asturias, al considerar que los criterios son «arbitrarios» y no tienen «rigor», y concejos cercanos como Ribadesella o Ribadedeva.
En Galicia lo han hecho municipios de las Rías Baixas como Rianxo, O Grove o Nigrán, localidades en las que se ubican algunas de las playas más frecuentadas de la zona, como las de Lanzada, América o Panxón.
Las razones para negarse a pedir la bandera son variadas. Muchos, como el alcalde de Nigrán Juan González, que la calificó de «trapo sobre un mástil» consideran que no tiene un impacto en el turismo, ya que en los años en los que no han tenido bandera no ha bajado por ello el número de visitantes.
Otros creen que certificados alternativos, como la Q de calidad, el ISO 14001 y 9001 o la EMAS que otorga la Comisión Europea, tienen estándares ambientales más elevados.
En El Vendrell (Tarragona), que el año pasado renunció por primera vez en tres décadas a solicitar la bandera, consideran que el distintivo premia playas «muy humanizadas», criterios contrarios al proyecto de renaturalización que lleva a cabo el municipio.
ADEAC responde: «Quienes no pueden obtener la bandera nos critican»
La bandera azul «es un galardón de muy alto nivel en calidad medioambiental, educativa y de seguridad. La polémica está en que algunos que no pueden obtenerlo nos critican porque no llegan a esos niveles», se defiende Palacios.
Para conseguir una bandera azul, un municipio debe garantizar la calidad del agua con muestras periódicas, mantener la limpieza de la playa, tener accesos fáciles, seguros y accesibles en el caso de las playas urbanas, y disponer de un equipo suficiente de socorristas y material de primeros auxilios.
El distintivo lo otorga un jurado internacional de la FEE, la Fundación Europea de Educación Ambiental a la que representa ADEAC en España. La asociación envía un equipo formado por «entre 15 y 16 profesionales del más alto nivel científico» para comprobar que la playa cumple con estos criterios, y en el caso de que no lo haga, se retira, según explica Palacios. Cada año se cerca de una quincena de banderas de las 600 que hay en España.
El problema, para Roig, es que en lo que respecta a las exigencias ambientales, estas ya son obligatorias para cualquier playa, independientemente de que opte o no a una bandera azul.
El académico y consultor ambiental señala que esta bandera sí que tenía sentido cuando empezó a extenderse por España, en los años ochenta y noventa, cuando había un escaso respeto por el valor ecológico de las playas y en ellas se acumulaba la contaminación y los vertidos.
«Pero poco a poco la normativa ha ido evolucionando, y todos los problemas que pretende corregir la bandera azul ya quedan corregidos por la legislación. A día de hoy tienen más un sentido de marketing», apunta.
Por la ley de Costas, la directiva europea de calidad de aguas y las regulaciones de los ayuntamientos, estos ya están obligados a tomar muestras de la calidad de la zona de baño para evitar la presencia de elementos tóxicos, sigue Roig.
Afirma, además, que la bandera azul no fomenta una mejora continua de la playa y al tratarse de un distintivo principalmente turístico, potencia una alta ocupación antes que la protección del ecosistema.
También son críticos con la bandera azul desde Greenpeace, que ven este distintivo como «una auditoría privada cuyo potencial es turístico». Su responsable de la campaña de Océanos, Pilar Marcos, denuncia que «la calidad de una playa no se debería medir por unas mediciones puntuales de químicos», y pone como ejemplo playas como las de Roquetas de Mar, en Almería, que han recibido la bandera azul a pesar de que se han registrado vertidos de aguas fecales.
Más que la calidad ambiental, se premia «el uso casi de parque recreativo de las playas». Otras playas donde ondea la bandera, como las de Nerja y varias más de la costa de Málaga, son «auténticos bares, y en algunas hay incluso césped», añade Marcos. En cambio, valora el ejemplo de Asturias o Menorca, «donde su interés es salvaguardar los valores naturales y no se obsesionan tanto con las banderas».
Frente a las críticas, el presidente de ADEAC asegura que «ojalá no fuera necesaria la bandera azul» y la legislación actual ya fuera suficiente, pero «todavía no existe suficiente respeto medioambiental en nuestras playas», señala.
«Sabemos por estudios que se han hecho que donde hay bandera azul hay menos muertos, hay más respeto medioambiental, hay una preocupación mayor del municipio por temas ambientales, etc.», añade.
Las comunidades que más pagan son las que más banderas reciben
Otro punto controvertido en la entrega de banderas es su coste económico. Para los municipios, el proceso de presentar una candidatura para recibir una bandera azul cuesta 450 euros, pero ADEAC también recibe una contribución de comunidades como la Comunidad Valenciana (que paga el 17 % de su presupuesto anual), Cataluña (14%), Andalucía y Galicia (13% cada una). La entidad también recibe una subvención de la Secretaría de Estado de Turismo que representa un 12% de su presupuesto anual, que en 2021 fue de 290.000 euros.
En sus inicios, la organización recibía también una subvención europea, pero en 1999 la Comisión Europea la dejó de otorgar «por considerar otras iniciativas medioambientales de mayor interés» y por la multitud de quejas relacionadas con que no hubiera un control periódico de las playas o no se evitaran conflictos de intereses, según declaró en su momento la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión.
Dos de las pocas comunidades que no pagan un canon, Baleares y País Vasco, son las dos que más banderas han perdido en los últimos años junto con Canarias. En cambio, las cuatro que más contribuyen al presupuesto de ADEAC coinciden con las que más banderas reciben. El vicepresidente balear criticó que la empresa les pedía un canon de 21.000 euros que se negaron a pagar, ya que «los controles se hacen siempre» y «no tiene sentido pagar a una empresa por algo que ya se hace».
Palacios responde que no cobran al Govern «absolutamente nada». Aclara que la contribución económica es voluntaria, y que muchas comunidades la hacen para que el coste de pedir las banderas no recaiga enteramente sobre los municipios. Aprovecha también para recordar que otros distintivos por los que optan cada vez más municipios, como la Q de calidad o los ISO, cuestan más de mil euros.
Por el momento, este verano, como viene ocurriendo desde hace años, se han vuelto a suceder las críticas de partidos y empresarios en aquellos municipios que han perdido la bandera, como ha ocurrido en San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria) después de que la emblemática Maspalomas se quedara sin el distintivo.
Sin embargo, aquellos que decidieron dejar de pedirla no se arrepienten. En Rianxo, O Grove, Formentera, Ibiza, Ciutadella, Llanes o Ribadesella defienden que no han perdido visitantes desde que dejaron de presentar sus candidaturas.
«No hay nadie que elija una playa porque tenga bandera azul», señala Roig, mientras que Palacios responde: «No me puedo imaginar España sin banderas azules, sería una catástrofe que saldría en medios de todo el mundo».