Estamos en México pero nos separa todo un mundo (y un mar, el Mar de Cortés) del resto del país. La Península de Baja California es un México diferente, un territorio místico e indómito, casi salvaje, incluso en las animadas ciudades fronterizas.
Recorrer la península en su totalidad desde Tijuana hasta Los Cabos es una experiencia única.
Es la costa de más de 1200 km para descubrir increíbles vistas en cada curva, carreteras secundarias que llevan a minúsculos pueblos, montañas sobrevoladas por los cóndores, puestas de sol, olas perfectas, cañones de colores cálidos y una bóveda celeste plagada de estrellas.
1. Cruzar la frontera más transitada del mundo en Tijuana, y comer, beber y comprar a discreción
Tijuana tiene una mala fama que solo se merece en parte. La frontera más transitada del mundo sigue siendo una jungla sorprendentemente alegre, una mezcla de culturas en la que no faltan los excesos.
Hay que moverse con precaución, pero hay atractivos turísticos interesantes, como el Museo de las Californias, en la que encontraremos muchas referencias a las primeras expediciones españolas de Hernán Cortés.
Muchas bodegas y cantinas donde probar el mejor tequila, y buenos (y también malos) restaurantes.
2. Paladear las bucólicas delicias de la Ruta del Vino en el inmaculado valle de Guadalupe, al norte de la península
Al sur de Tecate (otro paso fronterizo alternativo a Tijuana) comienza esta ruta con más de 90 bodegas y una fábrica de cerveza, la emblemática Cuauhtémoc Moctezuma, una cervecera clásica ahora perteneciente a Heineken.
Hacia el sur, hay que seguir la ruta eligiendo escalas en algunas de las bodegas. Muchas ofrecen catas, sofisticados restaurantes e incluso hoteles y spas. Las vistas de los pintorescos y ondulantes viñedos acompañan durante todo el camino.
3. Maravillarse ante los cientos de pinturas rupestres de la sierra de San Francisco
Impresiona la gran cantidad de bellos petroglifos que hay en esta región, aunque el origen de estas pinturas en ocre, rojo, blanco y negro sigue rodeado de misterio.
En reconocimiento a su interés cultural, la sierra de San Francisco ha sido declarada Patrimonio Mundial por la Unesco; además, forma parte de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno.
Los viajeros con tiempo deberían visitar el espectacular y bien conservado cañón de San Pablo. El atractivo descenso a lomos de una mula por este cañón exige al menos dos días (preferentemente tres).
4. Levantarse cerca de tiburones ballena en las serenas aguas de la bahía de la Paz
La Paz es una ciudad cosmopolita combina un aire antiguo y una serena belleza con un ambiente exclusivo.
Es una zona muy internacional, pero también el rincón más mexicano de la península. Aquí fundó Hernán Cortés la primera avanzada europea en la península cerca de La Paz, aunque el asentamiento permanente hubo de esperar hasta 1811.
El malecón que bordea la playa es un buen lugar para pasear y comprar, entre selectos restaurantes y curiosas tiendas, pero es además una buena base para ir de excursión a Cabo Pulmo y Todos Santos, y cuenta con una animada y veterana comunidad de expatriados en el puerto deportivo y alrededores.
5. Navegar en kayak en Espíritu Santo cuando el gran sol se pone sobre la bahía
Esta isla, todo un tesoro de ensenadas celestes poco profundas y acantilados de color rosa pálido, es una de las joyas de La Paz.
Forma parte de una zona declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, que comprende 244 islas y zonas costeras del golfo de California y da para una interesante excursión de un día.
Además, pertenece al Parque Nacional Archipiélago Espíritu Santo y a la Reserva de la Biosfera Islas del Golfo de California. Resulta una magnífica zona para el buceo o el kayak.
6. Zambullirse en la mística playa de Las Sirenitas, en Cabo Pulmo, hábitat del único arrecife de coral vivo del golfo de California
Para practicar submarinismo o buceo sin aglomeraciones, una buena opción es el Parque Nacional Marino Cabo Pulmo, que alberga el único arrecife de coral Pacífico del golfo de California.
No se necesita un todoterreno para disfrutar del paseo por la carretera costera del espectacular cabo Este (desde el sur) o a través de la sierra de la Laguna (al oeste).
Para bucear, el mejor sitio es la playa de Los Arbolitos, o siguiendo el sendero litoral, Las Sirenitas, donde el viento y la erosión de las olas han convertido a las rocas en algo parecido a esculturas de cera fundida. Inquietantes y hermosas, son también accesibles en barco.
7. Visitar las galerías del bohemio bulevar Mijares, en el corazón de San José del Cabo
La versión reposada del desenfrenado Cabo San Lucas ofrece compras tranquilas, una atractiva plaza, una bella iglesia y excelentes restaurantes.
San José del Cabo se compone del propio San José, 1,5 km al interior, y de una zona hotelera con grandes hoteles en primera línea, bloques de apartamentos y antiestéticas viviendas en régimen de multipropiedad.
Conectando ambas, el bulevar Mijares es una franja turística con restaurantes y galerías de arte. Las mejores playas para nadar están en la carretera a Cabo San Lucas; una de ellas es Playa Santa María, en el km 13.
8. Participar en una travesía en Cabo San Lucas cuando el sol se pone sobre el Pacífico
Esta población anima a desinhibirse, y todo el mundo lo hace. ¿Dónde si no se ven congas en las que los camareros echan tequila directamente en la boca de los bailarines? Pese a esos momentos de absurdo y desenfreno, Cabo San Lucas posee un curioso encanto.
Las playas están al abrigo del bello arco, y el viajero hallará un sinfín de actividades con solo bajar hasta la arena: motos y bananas acuáticas, parasailing, buceo, kitesurfing, submarinismo y paseos a caballo.
Si alquila un vehículo y deja atrás los límites de la ciudad, se verá rodeado de majestuosos cardones, caranchos y arroyos místicos tan impresionantes como ese alocado club de la noche anterior.
9. Contemplar la asombrosa migración de las ballenas grises
La migración de las ballenas grises desde las aguas de Siberia y Alaska hasta las lagunas de Baja California es uno de los acontecimientos más asombrosos del mundo animal.
En las zonas de reproducción de la laguna Ojo de Liebre y laguna San Ignacio, los ballenatos de 700 kg respiran por primera vez y aprenden las lecciones del mar de la mano de sus vigilantes madres.
La temporada es larga pero variable, pues algunas ballenas llegan pronto a las lagunas del Pacífico y otras tardan semanas o meses en rodear el Arco de Cabo San Lucas y encontrar sus bahías favoritas en el golfo de California.
La mejor época para ver a las madres y sus crías en las lagunas va de febrero a comienzos de abril, pero la temporada oficial comienza el 15 de diciembre y dura hasta el 15 de abril.
Si el viajero está ansioso por contemplarlas, puede acudir a la laguna Ojo de Liebre, a la laguna San Ignacio, al Puerto López Mateos o al Puerto San Carlos.
10. Empañarse de historia en las antiguas misiones coloniales
Las misiones de Baja California poseen una compleja historia.
Construidas por jesuitas y dominicos, muchas fueron abandonadas con el tiempo. Aun así, estos bellos edificios, todavía en activo o aislados en medio de la nada, brindan hoy buenas fotografías y entretenidas excursiones, además de ser parte del pasado de la península.
Para visitar algunas es necesario ir en todoterreno porque las carreteras pueden estar en muy mal estado o incluso ser intransitables.
La Misión Nuestra Señora de Loreto, es la más antigua, un impresionante monumento aún en activo. La Misión San Borja ha quedado en medio de la nada pero esconde una fuente termal y un túnel secreto.
En la remota y bien conservada Misión San Francisco Javier de Viggé-Biaundó podremos hacer un viaje en el tiempo y en la de fotogénica Misión de Santa Rosalía no hay que perderse la vista la parte de atrás, que da al río bordeado de palmeras.