Según contó el despedido su nuevo jefe le dijo que era «obeso» y que no podía realizar las tareas para las que había sido contratado
Hamish Griffin tiene 51 años y vive con su esposa Hazel y su hijo Freddie. Hasta finales de 2021 los tres vivían en Queensland, Australia, hasta que el hombre consiguió un prometedor trabajo fijo en un resort llamado Big 4 Strahan Holiday Retreat, en la isla de Tasmania, a 3.000 kilómetros de su antigo hogar.
«Lo mío era un puesto de supervisor general», explicaba el hombre. Así que él y su mujer se alejaron de «un gran estilo de vida, de trabajos bien remunerados y de una comunidad muy unida», que les encantaba, para «intentar este reto y un estilo de vida diferente».
Hicieron las maletas y llegaron a su nuevo hogar, a 3.000 kilómetros del anterior. Allí, en Strahan, al oeste de Tasamania, les recibió el que iba a ser su jefe. «Él y su esposa vinieron y nos dieron la bienvenida con una botella de vino», dijo Griffin a ABC News.
Al día siguiente su nuevo jefe le convocó a uno de los alojamientos del resort con la excusa de mover un sofá. Pero no quería mover un mueble: quería despedirle.
Tras apenas dos horas en el puesto «él me destrozó literalmente la vida diciéndome que no me consideraba ‘físicamente’ capaz de moverlo, ni otras tareas manuales sencillas que conlleva la gestión de un espacio turístico, como cortar el césped con una máquina o subir una escalera, simplemente por mi aspecto».
«Me ofendió aún más recriminándome que no había revelado mi ‘condición médica’ con anterioridad. Cuando le pregunté ‘¿Qué condición médica?’ Me contestó que yo era obeso», le dijeron, siempre según la versión del despedido.
Pero, según cuenta Griffin su exjefe conocía su aspecto, pues habían hecho videollamadas en las entrevistas de trabajo e incluso el despedido le había enviado a su jefe una foto junto a su familia.
La versión de los dueños del resort coincidía en parte con esta, pues confirmaron a medios locales que le habían despedido por miedo a un potencial accidente en el ámbito laboral, pues les parecía que su condición física podía provocar que se hiciera daño mientras hacía su labor, que podía incluir trabajos manuales y de mantenimiento.
«No me brindó la oportunidad de demostrar que soy capaz, sino que simplemente me despidió», se quejaba el hombre, que poco después puso una demanda contra el dueño del resort por «el despido o la negativa a emplear a alguien, la discriminación o cualquier otro tipo de perjuicio en su empleo», como recoge la ley australiana.