A medida que la UE busca alternativas al suministro de gas ruso, Portugal dirige su mirada hacia el resto del continente.
El país luso quizás no destaque en tamaño, pero su ubicación como puerta al Atlántico resulta estratégica: Sines, a unos 150 kilómetros al sur de Lisboa, acoge el puerto europeo de aguas profundas más cercano a la costa estadounidense. Y esa no es una ventaja menor.
Su localización lo convierte en una puerta de entrada privilegiada para el gas natural licuado (GNL) que llega en barco de EEUU y otras naciones, como Nigeria o Trinidad y Tobago.
Su potencial no ha pasado inadvertido en Washington, que ya antes de la guerra de Ucrania lo había señalado como un recurso de importancia estratégica para las importaciones de energía al continente.
Una vez allí el gas puede transferir a embarcaciones más pequeñas que pongan rumbo a Alemania o Polonia.
El Gobierno luso acaba de aprobar un paquete de inversiones para Sines que busca precisamente eso: reforzar la capacidad del puerto para recibir y expedir gas hacia el resto del continente.
Qué mejoras quiere hacer es algo que, de momento, se desconoce. El departamento de Duarte Cordeiro, ministro de Ambiente y Acción Climática, no ha entrado en detalles; pero sí se sabe que correrán a cargo de la empresa Redes Energéticas Nacionales (REN) y se enmarcan en un programa más amplio y ambicioso para mejorar la seguridad energética del país y promover el ahorro.
Sacando músculo ante Europa
Entre otras medidas, contempla, de hecho, adaptar dos cavernas de sal para reforzar la capacidad lusa de almacenar energía y la creación de una reserva estratégica de gas de titularidad estatal.
El plácet del consejo de ministros luso para invertir en Sines puede ser nuevo. Su filosofía de fondo, no.
El Ejecutivo portugués lleva varios meses señalando el valor estratégico de Sines, su potencial como plataforma logística en el complejo escenario energético que ha abierto la invasión rusa de Ucrania en Europa.
El objetivo: convertirse en la puerta atlántica y alternativa al gas ruso.
A finales de julio un portavoz del gobierno luso ya desgranaba los cálculos que manejan en Lisboa: “con la infraestructura existente y las operaciones simultáneas, Sines podría transferir al centro y norte de Europa hasta 10.000 millones de metros cúbicos de GNL anualmente”.
Y eso, señalaban desde Lisboa, en seis a doce meses. “Algunos países han expresado interés en evaluar esta posibilidad y se están realizando contactos técnicos”, comentaba a Reuters.
La clave, de nuevo, es su ubicación estratégica, perfecta para que Sines reciba grandes barcos cargados con entre 175.000 y 210.000 metros cúbicos de GNL que, una vez allí, puede traspasarse a embarcaciones de menor tamaño —de 50.000 a 80.000 m3— que se encargarían de redistribuirlo.
Según precisaba por entonces Reuters, en una primera etapa Portugal valoraría una inversión de 12 millones de euros en equipamiento, aunque sin cerrar la puerta a ampliar el almacenamiento.
Eso, claro, “si hay una demanda sólida con perspectivas a largo plazo”. Ya a tres años vista se apuntaría incluso una inversión mucho mayor, de alrededor de 100 millones, para crear un segundo atraque.
“Europa ha revelado una gran vulnerabilidad desde el punto de vista energético y Portugal tiene unas condiciones únicas para ser una plataforma de abastecimiento de energía para Europa”, destacaba en primavera el primer ministro luso, António Costa, durante una visita a Hannover en la que, precisamente, incidió en el potencial de Sines para la regasificación del GNL.
Hace unos meses el director del puerto, José Luis Cacho, explicaba en una entrevista a TVE, que Sines ya recibe una media de cuatro millones de toneladas de gas licuado al año, si bien dispone de músculo para mucho más: “podríamos llegar a almacenar hasta diez millones”.
Para entender el movimiento de Portugal es fundamental comprender el escenario energético europeo, con la amenaza de que Moscú suspenda un envío de gas esencial para naciones como Alemania y la búsqueda de alternativas capaces de reemplazar el suministro ruso.
En su web oficial, REN detalla que la terminal de GNL de Sines, situada a cerca de 120 km de Lisboa, dispone de infraestructura para la recepción, carga y recarga de buques metaneros, entre otras dotaciones: «instalaciones de expedición que representan el depósito de la Terminal de GNL, tres tanques de almacenamiento, instalaciones de procesamiento y de despacho de gas natural para el gasoducto que conecta la Terminal de GNL de Sines con el Transporte de Gas Natural La red».
Incluye, además, de recursos —vaporizadores open-rack— para la regasificación de GNL.
En ese escenario tanto Portugal como España juegan un papel clave: juntas —recuerda The New York Times—, representan alrededor de un tercio de la capacidad europea para procesar gas natural licuado. España tiene músculo.
Portugal, una ubicación privilegiada. El escenario explica también que haya aflorado de nuevo, con fuerza, el debate sobre la construcción de conexión eléctricas y de gas entre la península y el resto de Europa que Francia, clave en la ecuación, no acaba de ver.