El Salvador, un país que fue famoso por su lucha contra las pandillas y la violencia, ha experimentado una mejora significativa en seguridad bajo la presidencia de Nayib Bukele. La caída de las organizaciones criminales que antes aterrorizaban las zonas rurales, especialmente la cordillera del Bálsamo, ha transformado muchas áreas del país. Sin embargo, a pesar de esta reducción en los índices de criminalidad, el progreso económico sigue siendo lento y complicado.

En los últimos años, el precio del café ha subido un 75% a nivel global, lo que debería haber beneficiado a los agricultores de la región. Sin embargo, la falta de infraestructura, bajos niveles de inversión y otros problemas estructurales aún siguen limitando su potencial. A pesar de la notable caída en la tasa de homicidios, que ha reducido la violencia a niveles comparables con países mucho más seguros, El Salvador continúa luchando por generar un crecimiento económico sostenido.

Uno de los principales retos del gobierno de Bukele ha sido transformar los avances en seguridad en un verdadero «dividendo de paz». El país ha sido testigo de un auge en el sector inmobiliario y un aumento en el turismo, con un crecimiento del 33% en visitantes internacionales, gracias a la reducción de la violencia. Sin embargo, a nivel macroeconómico, el progreso es limitado. La economía del país sigue siendo una de las más débiles de la región, con un crecimiento inferior al de países vecinos como Guatemala y Nicaragua.

El Salvador también ha apostado por el bitcoin como una vía para la prosperidad. En 2021, Bukele convirtió la criptomoneda en moneda de curso legal, una decisión que le ha valido tanto críticas como elogios. Si bien el valor de Bitcoin ha subido considerablemente, el impacto directo sobre la economía aún no es claro. El gobierno espera que el valor de las tenencias de bitcoin, que superan los 600 millones de dólares, impulse el desarrollo económico.

Uno de los sectores más perjudicados por la situación económica sigue siendo la agricultura. A pesar de la aparente oportunidad derivada del aumento de los precios del café, las tormentas han arrasado con la cosecha, dejando a muchos productores en dificultades. Además, las condiciones de vida en áreas rurales como Tepecoyo siguen siendo precarias, con trabajadores que ganan menos de 200 dólares al mes y luchan por satisfacer las necesidades básicas.

La reforma de la infraestructura, incluida la expansión de puertos y la mejora en las calificaciones crediticias del país, promete ofrecer algunos beneficios a largo plazo. Sin embargo, el gobierno de Bukele se enfrenta a una serie de desafíos estructurales, como el acceso limitado al crédito y la falta de una educación de calidad que permita a las nuevas generaciones superar la pobreza. Además, el plan de reforma económica del Fondo Monetario Internacional (FMI) podría implicar despidos en el sector público, lo que afectaría a muchas familias ya vulnerables.

Las relaciones con Estados Unidos también juegan un papel crucial en el futuro económico del país. Si bien el gobierno de Bukele ha cultivado una buena relación con Donald Trump, lo que podría favorecer los vínculos económicos y las inversiones, la política migratoria de EE.UU. podría tener consecuencias negativas para El Salvador, especialmente considerando que las remesas representan una parte significativa del Producto Interno Bruto (PIB) del país.

El Salvador ha hecho avances notables en la mejora de la seguridad, pero como ha señalado el ex presidente del banco central, Mauricio Choussy, “no estamos viendo realmente el dividendo de la paz en términos de un repunte de la actividad económica”. Aunque algunos sectores, como la construcción y el turismo, están mostrando señales de crecimiento, el país sigue luchando por generar una expansión económica más amplia.

En zonas como La Campanera, antes uno de los barrios más violentos de San Salvador, los precios de la vivienda han aumentado, y la población está comenzando a ver mejoras. Sin embargo, el costo de vida sigue siendo alto para muchos, y los esfuerzos por mejorar la economía no han sido suficientes para aliviar la pobreza que aún afecta a una gran parte de la población.

A pesar de las dificultades, la población mantiene la esperanza de que los esfuerzos del gobierno puedan traducirse en un futuro mejor. Sin embargo, las cifras actuales reflejan una realidad en la que la seguridad ha mejorado, pero el verdadero cambio económico aún está por llegar.