No hay imagen más evocadora, si hablamos de soledad, que la de un astronauta alejándose en la noche cuando se rompe el cordón umbilical que le sujeta a la nave. Estos náufragos sin islas, sin Viernes, bengalas o posibilidad de rescate han sido utilizados en el arte para intentar transmitir lo insignificante y sobrecogedor de lo humano en la inmensidad del espacio. David Bowie le cantó a su Major Tom, Stanley Kubrick utilizó el instinto de supervivencia de un computador asesino HAL 9000, Alfonso Cuarón sacrificó a George Clooney en Gravity y James Gray en Ad Astra dejó marchar de ese modo a la quintaesencia del padre ausente. El resultado ya sea por accidente, ya por decisión propia, siempre es el mismo: perdido el anclaje con la nave el humano se pierde en la oscuridad del espacio.
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