La primera vez que lo leí fue en La Carne, la novela sobre vejez, cuerpo y sexo de Rosa Montero: “Cada doce meses del calendario que pasaban, para ella era como si se multiplicaran por siete, así de definitivos y de vertiginosos eran los cambios y las pérdidas”. Me impactó, lo subrayé, pero no lo experimenté. Este año he vuelto a leerlo. Esta vez a Camila Sosa en Las malas. “Murió joven, devastada por su particularidad luego de envejecer aceleradamente tal como envejecen las perras, las lobas y las travestis: un año nuestro equivale a siete años humanos”. Curioso que las dos escritoras hablen de una revolución temporal en un proceso de metamorfosis.
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